¿EL DIVORCIO ES PERJUDICIAL PARA LOS HIJOS?




El divorcio se ha convertido en un fenómeno de gran relevancia social que ha aumentado en los últimos años. Suele ir acompañado de un gran cambio de vida con todo tipo de implicaciones sociales, psicológicas y económicas. En los casos en los que existen hijos, preocupa especialmente la manera en que la separación de los padres les afecta. 

Para un niño/a, el divorcio no sólo significa vivenciar la ruptura de la relación entre su padre y su madre, en muchos casos también conlleva una merma en la relación del propio niño/a con uno de los dos progenitores (generalmente el padre). 

Dada la agitación emocional que suele acompañar al divorcio, a menudo, los padres que viven un matrimonio lleno de conflictos, se preguntan si deberían seguir juntos en vez de seguir sus inclinaciones personales y separarse, a fin de minimizar el “trauma emocional” que pueden ocasionar a los hijos. 

Pero, ¿cuál es el impacto real del divorcio sobre la adaptación emocional de los hijos?

Las investigaciones llevadas a cabo en este ámbito concluyen lo siguiente:
  • En primer lugar, la reacción de los niños ante la separación de los padres depende de la edad:
o   En los momentos iniciales, los niños preescolares suelen manifestar malestar profundo, regresiones en su comportamiento (actitudes más infantilizadas de lo que corresponde a su edad) y angustia a la separación.

o   Las reacciones iniciales de los niños mayores también tienden a ser marcadas. Pueden incluir sentimientos de impotencia ante la ruptura, rabia intensa hacia uno o los dos progenitores, depresión aguda, aislamiento social y descenso del rendimiento escolar.
  • Aunque las reacciones iniciales en todas las edades tienden a ser graves, éstas suelen superarse en el plazo de uno o dos años, produciéndose una readaptación gradual a la nueva situación y desapareciendo los problemas de conducta que hayan podido existir.
  •  Pueden existir secuelas a largo plazo, pero estas no se deben tanto al divorcio sino a la paternidad dividida y al deterioro de la calidad de vida que sigue frecuentemente a la ruptura matrimonial.
  •   Otros de los factores influyentes en la adaptación de los hijos tras la ruptura matrimonial es el género, siendo los chicos los más vulnerables a la experiencia del divorcio, persistiendo en ellos durante más tiempo determinadas reacciones inmaduras y negativas, la búsqueda de atención y agresividad y produciéndose su readaptación a la nueva situación de manera más lenta. Sin embargo, en los casos en los que la madre contrae segundas nupcias se invierte el efecto; las chicas tienen más posibilidades de verse afectadas negativamente por este hecho, mientras que en los chicos puede tener efectos beneficiosos.
  • La remisión del malestar infantil  depende en gran medida de la calidad de vida de la familia antes y después del divorcio. Las investigaciones afirman que la adaptación social y académica de los hijos, no se ve deteriorada cuando existe buena relación con sus progenitores tras la ruptura (especialmente con el privado de custodia), y cuando se reducen los conflictos de los padres tras el divorcio. Sin embargo, la adaptación emocional se ve influenciada negativamente cuando hay ambiente de conflicto, cuando el hijo se ve separado del padre o de la madre, cuando hay importantes cambios en el modo de vida tras la separación, etc.
  • Otro factor relacionado con la adaptación del niño es el tipo de educación adoptado por el progenitor con custodia.  Cuando se asume un estilo educativo autoritario, los hijos, especialmente, los chicos, rinden peor que con pautas más relajadas. La capacidad adicional del progenitor para mantener horarios regulares de ver la televisión, ir a la cama, etc, influye positivamente en el bienestar psicológico de los hijos.
  •  Las investigaciones concluyen que los efectos del divorcio de los padres en los hijos ya se encuentran presentes mucho antes de que se haga efectiva la separación. Así que el factor operativo no es tanto la ruptura de la relación sino la atmósfera de conflicto que existía cuando los padres estaban juntos.

CONCLUSIÓN:

El hecho de que el conflicto entre los padres tenga una influencia más duradera y destructiva sobre los niños que la propia separación es importante tenerse en cuenta. Los padres se preguntan a veces si deberían permanecer juntos por el bienestar de los hijos, y aunque esta pregunta es imposible de responder, ya que depende de las circunstancias de cada caso, sí parece que la separación puede ser a veces la mejor opción, sobre todo, cuando permanecer juntos significa educar al niño en un ambiente de conflicto y tensiones continuas. Aunque la separación es dañina para los hijos, a largo plazo puede ser el menor de dos males.

Las investigaciones afirman que los niños de familias monoparentales libres de conflicto exhiben menos problemas de conducta que los de familias íntegras pero infelices.

En los casos de divorcio, la situación que mejor conduce al bienestar de los niños es aquella en la que sólo se da un mínimo conflicto explícito entre los padres y un máximo acuerdo sobre los métodos de educación, y donde los padres continúan fácilmente accesibles y adecuadamente comprometidos. 

En los casos en los que uno de los padres se convierte en progenitor de segunda, con visitas limitadas en el tiempo y a menudo bajo condiciones artificiales, se altera el desarrollo emocional de los hijos.

Por tanto, mantener el contacto tanto con el padre como con la madre debe ser una cuestión de prioridad. Cuanto más se respete la continuidad, más fácil será la transición. Hay que tener en cuenta que, aunque los niños tengan una gran capacidad de adaptación, el número de adaptaciones simultáneas a las que pueden hacer frente (cambio de casa, colegio, reducción de posibilidades económicas, etc.) son limitadas.



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