El complejo de Cronos (Hijos que devoran a sus padres).

Cuenta la mitología clásica que Cronos, el líder y el más joven de la primera generación de Titanes, embriagado por su sed de poder, derrocó a su padre (el dios Urano) y gobernó durante la edad dorada.

Es por ello que se utiliza este término para hacer referencia a los hijos que van adquiriendo autoridad dentro del sistema familiar hasta que logran situarse en una posición de poder con respecto a sus padres e imponen a éstos su propia ley en el hogar, convirtiéndose en hijos tiranos. Se trata de niños caprichosos, sin límites, que dan órdenes a los padres y organizan la vida familiar. Quieren ser constantemente el centro de atención, son desobedientes, desafiantes, no aceptan la frustración, etc. Y cuando estos niños llegan a la edad adolescente, la cosa empeora, ya que puede derivar en reacciones violentas, absentismo escolar, robos, consumo de drogas, etc.

Pero, ¿cómo surge esta posición de poder?

En primer lugar, una de las causas es una educación permisiva, donde los padres ofrecen a los “príncipes de la casa” todo lo que dicen que no tuvieron, permitiéndoles hacer todo lo que quieran para que sean felices o para compensar el poco tiempo que pueden dedicarle.

La sociedad actual se ha modificado y las familias Españolas tienen tan solo 1 ó 2 hijos, por lo que los reyes de la casa no se destronan, sino que siguen siéndolo toda la vida. Por tanto los padres se pueden permitir esas zapatillas de marca que al niño le gustan o el videojuego de última generación.

Los niños viven en una sociedad hedonista, donde todo se quiere conseguir sin esfuerzo, y donde cada vez se les exige asumir menos responsabilidades. Esto genera actitudes egocéntricas, donde el lema de estos niños es “primero yo y luego yo”. Los padres viven para él, para satisfacer sus demandas, por lo que el niño aprende que él es más importante que los demás y que el resto tiene que cumplir sus deseos. Además, no aprende a demorar la gratificación de sus deseos, ya que le basta pedir algo para tenerlo. Con el paso de los años, cuando se le intenta poner alguna norma o se le deniega algo, se frustra y reacciona de forma violenta.

En la actualidad hemos pasado de un régimen represivo, donde los hijos sentían miedo por los padres y las prácticas educativas eran totalmente autoritarias, a una sociedad donde los padres que quieren ser amigos de sus hijos, dialogar con ellos y participar de forma conjunta en actividades de ocio. Y esto es en parte positivo, pero se transforma en negativo cuando esta confianza entre padres e hijos deriva en permisividad y falta de límites de los padres hacia las conductas de sus hijos. Las relaciones entre amigos son simétricas (las dos partes negocian y deciden por igual), mientras que la relación padres – hijos debe ser asimétrica, y aunque se oiga la opinión de los hijos y se cuente con ellos para tomar decisiones, la autoridad debe recaer sobre los padres.

Otra de las razones es que los niños cada vez pasan más tiempo solos debido a la incorporación de la mujer al mercado laboral, y la televisión y los videojuegos se convierten en “canguros” en muchas ocasiones. Estos medios influyen también en los valores y actitudes infantiles, ya que a veces incitan a la violencia gratuita y adoptan una posición amoral al no definir lo que socialmente es adecuado o inadecuado.

Por otra parte, en casos de separación conyugal y familias reconstituidas, se cede a veces ante las peticiones de los hijos y se les acaba consintiendo en todo para intentar paliar las consecuencias negativas de la nueva situación familiar o simplemente para evitar conflictos.

¿Cómo evitar esta situación?

En primer lugar, debe primar un estilo educativo democrático, donde se combine el afecto con el establecimiento de límites y la supervisión de la conducta. Los padres pueden tener en cuenta las opiniones de los hijos e intentar llegar a acuerdos con ellos en las cuestiones que les atañen, pero no se debe olvidar que son ellos los que tienen que tener la autoridad.

Es fundamental establecer desde la primera infancia unas normas básicas de disciplina para ir adquiriendo costumbres que con el tiempo se conviertan en hábitos. Algunas de estas normas pueden ser:
·         Obedecer a los padres
·         No pegar (padres, hermanos, amigos)
·         No mentir
·         No contestar con malos modos
·         No gritar al enfadarse
·         No interrumpir a los mayores cuando están hablando
·         No romper o estropear cosas intencionadamente
·         No quitar cosas a los demás
·         Respetar los horarios: de comida, cena, estudio, juego, irse a la cama, etc.


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