LA ADAPTACIÓN DEL NIÑO ADOPTADO A SU NUEVO HOGAR.
Cuando una persona o una familia
decide adoptar un menor debe tener en cuenta que todo niño o niña tiene un
pasado. Su vida no es un diario en blanco que empieza a rellenarse el día que llega a su nuevo hogar,
sino que trae consigo una mochila llena de vivencias. En algunos casos el
contenido de esta mochila será sencillo y breve, pero en otros casos, será más
complejo, con heridas emocionales que repercutirán en la convivencia familiar.
Antes de llegar a la adopción,
estos niños han vivido el abandono de su familia de origen, en muchos casos
también han pasado por una institucionalización y por experiencias de malos
tratos, negligencias en su cuidado y otras vivencias traumáticas. Todas estas
experiencias influyen en su personalidad y en su comportamiento y van a
generar, probablemente, algunas dificultades en la convivencia familiar.
No obstante, también hay que
tener en cuenta que todo niño o niña adoptado tiene toda una vida por delante
llena de posibilidades y las familias adoptivas tienen el reto y el privilegio
de estimular ese potencial.
¿Cuánto dura el proceso de
adaptación?
No existe un tiempo prefijado de
adaptación a la nueva situación familiar. Depende de las características del
niño y de la familia.
Los niños pequeños se suelen
adaptar con más facilidad, ya que tienen la capacidad de construir rápidamente
nuevos lazos afectivos. En cambio, los niños más mayores requieren que el acoplamiento
a la nueva familia se realice de manera paulatina. En cualquier caso, lo
importante no es la duración del proceso adaptativo sino que su evolución sea
positiva.
¿Cómo son los primeros meses?
En el caso de los bebés, sentirán
la ausencia de sus cuidadores anteriores y de las rutinas que tenían
establecidas, como el horario de alimentación, baño, sueño, el tipo de
alimentos que ingerían, etc. Esto puede hacer que los bebés somaticen su
malestar mediante vómitos, insomnio, comer poco, dolores de estómago, diarreas,
etc. Así mismo pueden aparecer alteraciones comportamentales como llanto
desconsolado, irritabilidad, apatía, etc. Para minimizar el impacto de la
transición al nuevo hogar, se recomienda, en la medida de lo posible, continuar
temporalmente con los hábitos y las rutinas que el bebé tenía preestablecidos
(horarios, alimentos) e ir poco a poco introduciendo cambios.
En los niños mayores de cuatro
años, el proceso de adaptación va a estar más condicionado por sus experiencias
previas. Cuanto más negativas hayan sido éstas, más dificultades pueden surgir en
la integración con la nueva familia. Por ejemplo, un niño que haya sido
maltratado por su familia biológica tendrá dificultades para establecer un
apego seguro con la familia adoptiva, pudiendo reaccionar en los primeros
momentos de forma distante y desconfiada,
rechazando las muestras de afecto que se le dan, o por el contrario, mostrándose
excesivamente cariñoso y dependiente con sus nuevos padres, y vivenciando
cualquier separación de ellos como un abandono. Estos niños necesitan un tiempo
para confiar en los adultos y restablecer su equilibrio emocional.
Es común que al principio el niño
quiera agradar a sus padres y viceversa, dando lugar a la fase conocida como
“luna de miel”. En esta fase el niño suele portarse bien, no surge ningún
conflicto y todo parece ir a la perfección, pero este funcionamiento familiar
no es real, y conforme ambas partes se vayan conociendo se irán normalizando
las relaciones. Después de esta fase idílica, también es común (aunque no
ocurre en todos los niños adoptados) que el niño genere situaciones
conflictivas para poner a prueba a sus padres y constatar que no lo van a
“devolver” si se porta mal y que su cariño es incondicional. Los padres en
estos casos deben tener paciencia y no entender que el proceso de adaptación está
yendo mal, se trata de una fase más de este proceso. Lo normal, es que con el
tiempo se ajuste la relación entre padres e hijo y se creen vínculos afectivos
entre ellos.
En el caso de que haya otros
hijos en la familia, el nuevo miembro puede sentir celos e intentar acaparar
toda la atención de sus padres, fruto de su inseguridad y miedo a perder su
cariño. También pueden adoptar comportamientos propios de niños más pequeños,
entendiéndose esto como una demanda de cariño y cuidados.
¿Y cómo construimos nuevos vínculos
afectivos?

Para que el niño pueda volver a
confiar en los adultos y pueda vincularse afectivamente a ellos de forma
segura, los padres adoptivos deben pasar mucho tiempo con ellos, prestarle
atención, hacer cosas juntos (jugar, leer, etc.)
Un padre adoptivo tiene que crear
espacios muy predecibles para que el niño aprenda que las experiencias se
repiten y pueda adquirir hábitos adecuados.
Le debe ofrecer seguridad, cumplir con las cosas que le dice cada día, y
de esta manera, demostrarle al niño que
es digno de su confianza.
¿Cómo expresarles cariño?
Las expresiones de afecto deben
ser sinceras y graduales, de manera que vayan incrementándose con el tiempo a
medida que padres e hijo se vayan conociendo y vayan estableciendo vínculos
afectivos. Si las muestras de afecto son artificiales o excesivas pueden
provocar ansiedad y rechazo en el niño/a.
Además, es necesario expresarle la
incondicionalidad de nuestro afecto, es decir, transmitirle que vamos a
quererlo independientemente de si se porta bien o mal.
En cuanto a la forma de
expresarlo, sobre todo con niños mayores, es preferible hacerlo al principio de
forma verbal, con expresiones y tono de voz cariñosos, evitando agobiarles con
abrazos y besos (a no ser que él/ella lo solicite) y una vez que el niño/ niña
se sienta más seguro hacerlo mediante contacto físico.
¿Deben saber que son adoptados?
A veces, cuando se adopta un bebé
los padres temen que al crecer se enteren de que son adoptados por miedo a que
sufran, a que los abandonen y vayan en busca de la familia biológica, etc. Pero
aunque intenten ocultarlo, la mayoría de los niños acaban enterándose por
terceras personas, siendo preferible que sean sus padres quienes le cuenten su
historia, de una manera comprensible y sincera.
Además, todos los niños tienen derecho a conocer sus orígenes, además de
la necesidad de organizar, dar sentido e incorporar a su vida conocimiento
sobre sí mismo y su historia. Esto es
beneficioso para el desarrollo de su identidad y para la validación de su
sentido de pertenencia.
A la hora de abordar el tema, es
importante que los padres adopten una postura abierta y natural sobre la
adopción, para que los niños la entiendan de forma positiva, no como algo que
hay que ocultar.
Las conversaciones en torno a la
adopción deben empezar cuanto antes, sobre los 2 ó 3 años, con un lenguaje
sencillo y explicaciones breves que se irán completando conforme el niño tenga
capacidad para entenderlas. A esta edad tan temprana, lo esencial es explicarle
que él/ ella no estuvo en la barriga de su mamá, que sus padres lo esperaron
hasta que llegó, que está en el corazón de sus padres y que lo quieren mucho.
Conforme el niño va creciendo se
irá haciendo preguntas sobre sus orígenes que los padres adoptivos deben
responder en función de lo que ellos sepan, así como también deben ser los
padres quienes propicien los espacios oportunos para ir abordando el tema a lo
largo del tiempo, y no esperar simplemente a que el niño pregunte.
¿Qué pautas educativas utilizar con
ellos?
Educar a un niño adoptado es
similar a educar a otro que no lo es. Ambos tienen las mismas necesidades y por
tanto, las pautas educativas a utilizar por los padres no difieren en ambos
casos.
En cualquier caso, se recomienda
seguir las siguientes estrategias:
- Manifestarle cariño de manera incondicional, alegrarse cuando consiga algún logro, procurar un clima de convivencia relajado y alegre.
- Cuando el niño/a hace algo mal, no mostrar rechazo hacia él sino hacia su comportamiento.
- Facilitar la comunicación con él/ ella. Escucharle, animarle a que exprese sus sentimientos, consultarle sobre las decisiones que le afecten, etc.
- Consensuar las normas familiares y hacer que se cumplan.
- Premiar los buenos comportamientos
- Estimulación adecuada a la edad para fomentar capacidades como la inteligencia y el lenguaje.
Es importante destacar que, a
veces, los padres tienden a interpretar los comportamientos disruptivos de sus
hijos en función de su condición de adoptados, cuando en realidad, los hijos
pueden mostrar este tipo de comportamientos independientemente de si son o no
adoptados. Por ejemplo, un adolescente que se vuelve menos comunicativo con los
padres y quiere pasar más tiempo solo o un niño de dos años que empieza a tener
rabietas cuando se le pone límites a su conducta. Los padres deben tener en
cuenta que este tipo de situaciones forman parte del proceso madurativo de los
niños, no se relacionan con su condición de adoptados.
Cuando se adopta a niños de otros
países, el proceso de adaptación al nuevo hogar suele ser más lento, ya que el
niño/a no sólo tiene que integrarse en una nueva familia sino también en una
nueva cultura con costumbres y un lenguaje diferentes.
Así mismo, en relación al
desarrollo de su identidad personal, los
niños procedentes de una adopción internacional, comparten los rasgos étnicos
con las personas de su país de procedencia pero están insertos en otra cultura,
por lo que en distintos momentos de sus vidas se plantearán algunas
incertidumbres sobre su lugar en el mundo o su pertenencia a una u otra
cultura.
Por ello, además de integrarse a
una nueva cultura van a surgir algunas necesidades en el desarrollo de su
identidad, como la de que se acepten en su entorno sus rasgos faciales y su
cultura de procedencia, conocer su cultura de origen, no sentirse culpable por
haber abandonado su país natal, sobre todo cuando se trate de un país
subdesarrollado, y aprender a afrontar ciertas actitudes racistas y xenófobas
que pudieran aparecer en su entorno.
Bibliografía:
·
Agintzari, S.
Adoptia: Guía de Postadopción para
familias. Gobierno Vasco.
· Berástegui, A, Gómez – Bengoechea, B. Los retos de la postadopción: Balance y
perspectivas. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
·
Navarro, N. Guía
para la intervención educativa del niño adoptado. AFADA.
· Palacios, J. Adelante
con la Adopción. Consejería para la Igualdad y Bienestar social. Junta de
Andalucía.
· Palacios, J. La
aventura de adoptar. Guía para solicitantes de adopción internacional. Ministerio
de Igualdad y Política Social.
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